Tradicionalmente se han atribuido dos sentidos etimológicos al término religión. El primero, el de Cicerón, que afirma que la religio proviene de relegere, como opuesto a neglere (descuidar), es decir que sería; releer, cuidar o vigilar los ritos y libros tradicionales. Otra es la versión de Varrón, Lactancio o San Agustín, quienes entienden el concepto de religión como religare, es decir, reunir o atar al hombre con Dios. Sin importar el origen etimológico, podemos afirmar que la religión (en un sentido total del término) pretende explicar la esencia del universo, así como la unión del hombre con la sustancia última de la materia y/o del espíritu.
Es mediante el acto religioso que expresamos una creencia con la que intentamos explicar, mediante pensamientos especulativos, una realidad que escapa a nuestros sentidos.
En la mayoría de las religiones actuales existe un mensaje ontológico y uno de naturaleza moral; por lo tanto no es de extrañar que en la antigüedad la filosofía y la religión caminasen por un mismo sendero. El discurso filosófico buscaba llegar al centro neurálgico de la realidad, mientras que la religión (en este caso el cristianismo) aseguraba que dicho centro era Dios mismo. Muchos siglos tuvieron que transcurrir antes de que la religión cristiana comprendiese que ella necesita de la filosofía para fundamentarse, pero la filosofía no necesita de ninguna religión en especial, puesto que lo religioso vendría a resultar solamente como un capítulo más dentro del amplio campo de intereses que la filosofía posee.
Hoy en día existen un sinfín de explicaciones sobre el origen, evolución y/o destino de las distintas religiones en el mundo; por una parte, con el avance de la ciencia y la tecnología, muchos consideran que el fenómeno religioso esta superado, descifrado y reducido a un asunto meramente mitológico; por otro lado, hay quienes consideran que sin el sentido metafísico de la realidad y sin una moral religiosa el hombre esta destinado a la carencia de sentido en la vida o a la inmoralidad. En el centro de toda esta discusión podemos destacar que la religión aparece como una constante en todas las sociedades humanas, no como un estadio de pensamiento primitivo (mágico-metafísico) sino como una realidad inmanente al ser humano, independiente del tiempo o el espacio, por lo tanto es justo poder hablar del hombre como un animal religioso; Homo religiosus.
Es mediante el acto religioso que expresamos una creencia con la que intentamos explicar, mediante pensamientos especulativos, una realidad que escapa a nuestros sentidos.
En la mayoría de las religiones actuales existe un mensaje ontológico y uno de naturaleza moral; por lo tanto no es de extrañar que en la antigüedad la filosofía y la religión caminasen por un mismo sendero. El discurso filosófico buscaba llegar al centro neurálgico de la realidad, mientras que la religión (en este caso el cristianismo) aseguraba que dicho centro era Dios mismo. Muchos siglos tuvieron que transcurrir antes de que la religión cristiana comprendiese que ella necesita de la filosofía para fundamentarse, pero la filosofía no necesita de ninguna religión en especial, puesto que lo religioso vendría a resultar solamente como un capítulo más dentro del amplio campo de intereses que la filosofía posee.
Hoy en día existen un sinfín de explicaciones sobre el origen, evolución y/o destino de las distintas religiones en el mundo; por una parte, con el avance de la ciencia y la tecnología, muchos consideran que el fenómeno religioso esta superado, descifrado y reducido a un asunto meramente mitológico; por otro lado, hay quienes consideran que sin el sentido metafísico de la realidad y sin una moral religiosa el hombre esta destinado a la carencia de sentido en la vida o a la inmoralidad. En el centro de toda esta discusión podemos destacar que la religión aparece como una constante en todas las sociedades humanas, no como un estadio de pensamiento primitivo (mágico-metafísico) sino como una realidad inmanente al ser humano, independiente del tiempo o el espacio, por lo tanto es justo poder hablar del hombre como un animal religioso; Homo religiosus.
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